Descubriendo la cocina de Sonora en Ciudad Obregón

Imagen de cabecera © visitsonora.mx

Hace unos días visite Ciudad Obregón, Sonora. Con motivo del 2° Congreso del Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias, en donde tuve la oportunidad de convivir con mujeres que participan desde sus diferentes trincheras en busca de la equidad de género. Dentro de este amplio grupo de mujeres que intervienen en los diferentes sectores de la economía en México, obviamente encontré mujeres que contribuyen en los diferentes eslabones de la cadena de valor de la gastronomía y el turismo, que es en donde dónde yo de manera particular me desenvuelvo y en donde nuestras platicas siempre nos llevan a conocer más de la buena gastronomía de las diferentes regiones de México.

Desde mi llegada a Ciudad Obregón, de una forma u otra al hablar de la ciudad, en las charlas constantemente quienes ya conocían esta ciudad del noroeste de México coincidían en que es un lugar en donde se come de maravilla.

Durante el Congreso tuve la oportunidad de corroborarlo, probé la famosa carne sonorense, sus mariscos, las tortillas de harina, los tacos de carne asada, la machaca, la nieve de garrafa artesanal, las famosas coyotas en sus diferentes sabores; las tradicionales de piloncillo, guayaba o de cajeta y por supuesto el renombrado destilado de Sonora, el bacanora. Al final del congreso, ya estaba convencida de lo que me habían comentado reiteradamente, lo bien que se come en Ciudad Obregón.

Sin embargo, me faltaba la cereza del pastel. Al terminar el congreso me reuní con una muy querida amiga con quien fuimos compañeras en el internado en la adolescencia, Norma Zubia.

Obviamente, me llevó a uno de los restaurantes de más tradicionales de la ciudad, el Bronco, a seguir disfrutando la gastronomía sonorense y mientras comíamos platicábamos de cocina y nos adentrábamos más en la cocina tradicional de la ciudad, pero sobre todo en la de los hogares y la forma en como come la gente local; este interesante diálogo me permitía comprender mejor la identidad de los obregonenses y la forma en que se reflejan a través de la gastronomía, entendiendo la importancia de la agricultura en la ciudad y como estos productos cultivados en la región son utilizados en su cocina.

Para entonces, tenía claro que compartíamos el gusto por la buena mesa y la gastronomía. Le comenté que colaboro en la Revista María Orsini y surgió la gran sorpresa. Me explicó que su abuela la leía en la década de los 80’s. Otra grata coincidencia pues en mi casa también la recibíamos en aquella época, una de las favoritas de mi Mamá.

Comenzamos a platicar de su abuela Doña Norma Acosta de Gallegos y descubrí que es uno de esos personajes que son guardianas de nuestra gastronomía y que incluso escribió un libro. Terminamos la comida y le pedí que fuéramos a su casa a que me lo mostrara.

Empecé a hojear el libro y le pregunté cuál era la razón del título: “Las Recetas de mi Tía Norma”. Me explicó que en Ciudad Obregón la usanza es decirle tía de cariño a las personas y Doña Norma, por ser una persona muy querida, es conocida por mucha gente como la Tía Norma, además de que su libro ha sido un imperdible de cocina para muchas mujeres en sus hogares, y por generaciones incluso dio clase de cocina y preparó banquetes.

Continuamos examinando el libro y tanta era mi curiosidad por conocer más de esta dama, que amablemente se incorporó su Mamá, para platicarme más a detalle sobre las recetas de su Madre. Una tarde que resultó toda una tertulia gastronómica, hablando de tres generaciones en la cocina, una forma muy agradable de culminar mi visita a Ciudad Obregón y conectar con mí niñez a través de ciertos platillos que evocaron mi infancia, gracias a esa nostalgia culinaria, que nos recuerda los sabores y texturas de ciertos platillos, tan tradicionales en muchos hogares.

El libro es una recopilación de recetas de la época, con toques muy particulares en donde menciona a familiares y amigos. Recetas clásicas y tradicionales de la cocina, en donde se nota el toque local al ir hojeando el libro con recetas como los tacos de lobina, que me explican se pescan en la presa Álvaro Obregón, tan importante para la agricultura del Valle del Yaqui.

Me comentan que el trigo es la principal fuente de ingreso de la ciudad y esto se ve reflejado en las recetas. Así salta a la vista el ceviche de trigo, el potaje de cola de res y trigo, la olla de viernes; en donde también se utilizan otros productos que se cultivan en el Valle del Yaqui como son el garbanzo y el maíz. Esta original olla de viernes, entre sus ingredientes lleva nixtamal, garbanzos y verduras como el repollo y las zanahorias.

Al estar hablando de este tipo de caldos me comentan sobre otro puchero muy tradicional en Sonora que es Gallina Pinta, en donde se vuelven a incorporar ingredientes que se cultivan en la región como el maíz y el frijol y para mi sorpresa es preparado con carne de res, no obstante, su peculiar nombre.

En cuanto los condimentos, el orégano no puede faltar para sazonar en Sonora, siendo una especie muy socorrida, así como el imperdible chiltepín. El chiltepín es un chile que se consume en los hogares sonorenses, un clásico, un favorito para preparar salsas, carne seca y obviamente la deliciosa machaca. Mi amiga Norma se encargó de que regresara a casa con mi dotación de chiltepín para seguir disfrutando de la gastronomía sonorense.

Ya inmersa mi mente en las recetas del libro, observé como se integraban diversos ingredientes, incorporando la sazón local a las recetas cosmopolitas, por ejemplo, para elaborar un paté de hígado, entre los ingredientes encontré el cognac, el caviar y nuez moscada y para darle un toque local, chiltepín molido; también conocido como el oro rojo de Sonora.

El libro además refleja la influencia de otras cocinas del mundo y el gusto por la buena mesa. Llamó mi atención el cocktail de mariscos y me explicaron que es un clásico para navidad. Me comentaron que originalmente se hacía con abulón, ostión, pulpo, camarón gigante en cuadritos y cuando el mar esta agitado o revuelto, el ostión se sustituye por almejas.

En cuanto al tradicional pavo, me hacen notar que la receta de Doña Norma se ha vuelto un clásico, así como el jamón al horno con cubierta de almendras.

El filete Wellington, el coq au vin, los soufflés, el risotto, la paella, el gazpacho fresco de tomate, la receta familiar del filete al whisky, el tradicional fruit cake, el tiramisú y el pastel Bavaria de chocolate o la deliciosa Tarte Tatin, nos siguen mostrando la influencia de otras culturas en esa región del país.

Un sinfín de sabores que nos hace dar un recorrido por la buena cocina de antaño que se conserva en muchos hogares y que Doña Norma Acosta de Gallegos se preocupó por recopilar, siendo una gran herramienta para las nuevas generaciones que en la actualidad nos preguntamos qué podemos hacer de comer el día de hoy.

Mi visita a Ciudad Obregón sin duda fue una gran experiencia en todos los sentidos.