Mujeres en la gastronomía y recuerdos de familia
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, en estas fechas se analiza su papel en diferentes áreas y como se ha desarrollado, así como la agenda a seguir para lograr su inclusión en diferentes sectores en el ámbito laboral y alcanzar la equidad de género en el trabajo.
De hecho, si observamos con más detalle en la actualidad, vemos que la presencia de la mujer en el ámbito gastronómico se encuentra con una desigualdad, en donde en los puestos de liderazgo encontramos en su mayoría a los varones.
No obstante, hay que precisar que en la cocina el papel de la mujer es fundamental. Por generaciones ha ejercido el rol cultural de cocinar para la familia, la mayoría de las veces sin el reconocimiento debido y sin remuneración. Agregando a lo anterior que numerosas mujeres destinan sus ingresos a la alimentación de sus hijos.
En el seno familiar cocinar y comer juntos ha contribuido a construir parte de nuestra identidad cultural; de ahí que encontramos pautas culturales que nos distinguen y nos diferencian, por lo que es importante conservar estas normas familiares, transmitirlas a las siguientes generaciones y continuar así con nuestras tradiciones.
Sin lugar a dud, con el paso del tiempo la nostalgia gastronómica persiste al recordar esa combinación de los aromas y sabores que experimentaste, así como las texturas, el colorido de los platillos familiares o incluso las anécdotas que los acompañaban, como una muestra de la cohesión familiar.
Desde pequeña me inculcaron el interés por la historia de la familia y la gastronomía entre muchos otros temas. Por esta razón, estas cuestiones siempre han sido relevantes y mi mamá siempre se preocupó porque leyera al respecto, conociera sobre la materia, buscando siempre tiempo para conversar sobre los personajes de la familia que destacaron en estos temas, así como amistades conocedoras y expertas en esta disciplina que es la cocina; labor que sin duda conlleva su tiempo, esfuerzo, dedicación y mucho entusiasmo para satisfacer el paladar de nuestros comensales.
En estas fechas me gustaría mencionar algunas mujeres que gracias a su curiosidad dejaron testimonio de cómo era la gastronomía en su tiempo y los platillos que se comían, compartieron sus conocimiento y sobre todo, hoy en día, nos hacen remontarnos a aquella época y pensar en esos suculentos platillos que nos compartieron en sus publicaciones.
Crecí muy cerca de mí tía Carmen Arriaga de Zavaleta, autora de uno de los libros referentes de la gastronomía de Michoacán, cuyo título es “La Cocina Michoacana.” Su primera edición se hizo en 1965, mucho antes de que yo naciera, por lo que desde que tengo uso de razón crecí escuchando comentarios alusivos a su libro y sus recetas, pero sobre todo comiéndome lo que preparaba o encontraba en su cocina cada vez que la visitaba, con la complicidad de Toña quien trabajaba con ella y siempre me dejaba probar lo que yo quisiera.
“[Crecí] comiéndome lo que preparaba o encontraba en su cocina cada vez que la visitaba, con la complicidad de Toña quien trabajaba con ella y siempre me dejaba probar lo que yo quisiera.”
Indudablemente, lo que más recuerdo era su aporte a la cena de navidad en mi casa; su relleno de castañas para el pavo que prepararía su “ahijadita” que era mi Mamá, Margarita Arriaga. Otro de los platillos que tengo muy presente es el cuñete moreliano, que no podía faltar en la mesa todos los 30 de septiembre, una fecha tan significativa para los morelianos. Era una tradición ir a ver desde su casa el tradicional desfile por la Avenida Madero, la principal avenida de la ciudad. Posteriormente, era el momento idóneo para disfrutar de la buena mesa, con lo que celebrábamos una fecha tan importante en nuestra ciudad. Por supuesto cuando me tocaba desfilar, todo un orgullo para mí en aquella época, me recibía con una refrescante agua de limón con chía, muy apreciada después de haber marchado por todo el centro de Morelia.
Otro personaje, si nos remontamos más en el tiempo es mi tatarabuela, Vicenta Torres de Rubio. De ella sabía poco, pues mi bisabuela Julia Rubio Torres, falleció muy joven durante la época de la gripe española y mi abuela Luz Pierres Rubio, quedó huérfana muy pequeña.
Vicenta Torres de Rubio publicó el Manual de la Cocina Michoacana, en Zamora Michoacán, en 1896 y gracias a la reedición de este manual que se llevó a cabo en el 2004 por el Gobierno del Estado de Michoacán, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la Fundación Herdez, tuve la oportunidad de conocer y saber sobre su aporte a la cocina michoacana al haberse dado a la tarea de recopilar recetas de otras mujeres de la época. Cabe mencionar que en un principio también colaboró en este proyecto otra dama de nombre Manuela Pacheco.
Así como estos dos casos que mencionó por mi proximidad, hay múltiples ejemplos de mujeres en todo México y desde luego a nivel internacional, que gracias a su curiosidad se atrevieron a explorar sobre el tema, poner en valor lo que otras mujeres han logrado con sus saberes culinarios. Además de permitirnos conocer los hábitos alimentarios de su tiempo, saber sobre la comida cotidiana de la época y sobre todo descubrir nuestra herencia culinaria.
De igual manera, hoy en día vemos que gracias a muchas mujeres se están rescatando recetas e ingredientes para preservar esa parte tan importante de nuestra identidad.
Recordemos también en estas fechas el aporte femenino a lo largo de los años a este el arte de la gastronomía.
