Cavas Valmar Tempranillo – Hasta que el corcho haga pop

Hace poco más de quince años, cuando todavía me echaba mis cubas con Bacardí, empecé a tomar vino. Al ser de Baja, era inevitable caer en el vino del Valle de Guadalupe. En ese entonces las opciones eran más limitadas, pero recuerdo mucho a Cavas Valmar. Incluso creo que por ahí del 2009 llegué a probar un cabernet de 1999 y me gustó. Así que de entrada ya hay algo de cariño por esta bodega. Sin embargo no voy a hacer un review de ese cabernet porque tantos años y tanto vino después es imposible acordarme de los detalles. Digo, me encantaría probarlo ahora para ver como cambió, pero esa es otra historia (quizás la bodega me quisiera invitar, wink wink Cavas Valmar). 

Hoy le tocó al Tempranillo 2018. Como siempre, empiezo con la etiqueta. En algún momento de los 2010 Cavas Valmar decidió modernizar su imagen. Ahora el logo es como si la gran ola de Kanagawa fuera de vino tinto, vista con un filtro minimalista y contenida en una copa. Está buena, simple pero clara, te avisa que en la botella hay movimientos interesantes. La etiqueta anterior también me gustaba. Un sketch de la bodega daba una sensación de estar en casa. Pero renovarse o morir, supongo. 

Me armo mi propia ola en la copa. El color no es intenso, y quizás tampoco es muy púrpura, más bien veo como toques de ladrillo, con las orillas más tenues. Pero no digo que sea más parecido a un rosé o incluso un pinot noir, solo digo que hay cierta sutileza en los tonos. 

Lo hago girar y acerco mi nariz a las olas coloradas. La primera impresión es algo de pimienta. Igual vale la pena seguir indagando, no es un vino simple. Este review lo hice con alguien más y me dijo que le recordaba a un tetrapak de jugo de uva de su niñez (las maravillas de la memoria olfativa). Yo por mi parte no distingo los típicos olores profundos a frutos rojos. De hecho algo más como manzana, vainilla y pimienta. Pero como es bien sabido, mi olfato me juega malas pasadas muy seguido. 

Lo probamos. De entrada lo noto no tan fácil de tomar, algo ácido. Luego de un tiempo me doy cuenta de mi error: falta de paciencia. Ya que los golpes de aire hicieron su trabajo (la oxidación que le llaman los entendidos), el vino cambia. Por esto recomendaría decantarlo desde el principio, digo, después de todo es un vino de 5 años. ¿Y cuál es el resultado? Esa acidez del principio disminuye, se vuelve más seco, astringente, y se siente más potente, con dejos a romero y tomillo. Muy rico. De hecho creo que este tempranillo de Cavas Valmar puede evolucionar muy bien en los próximos 3 a 5 años, valdría la pena guardar algunas botellas y ver qué onda. Pero para los que somos impacientes y lo queremos tomar ya, quizás no me lo tomaría solo; me parece que este vino mexicano puede ir bien con platos pesados, grasosos, por ejemplo un buen rib eye o incluso mole negro. 

Para sus $559 pesos, no diría que es un vino barato, pero para nada es caro. Y sobre todo, uno se lleva complejidad, potencia, buen sabor y hasta la posibilidad de guardarlo un par de años, que por menos de 600 pesos no es tan fácil de conseguir.