La baguette francesa se convierte en patrimonio de la humanidad
Hace algunos días la UNESCO inscribió una de las delicias más comunes en la lista del patrimonio cultural intangible de la humanidad: la baguette francesa.
Este humilde pan, de solo 4 ingredientes, (harina, agua, sal y levadura o masa madre) es el pan de cada día de los franceses y a menudo está presente en las panaderías de otros países, como un pan “de cajón”. A partir de ahora, además de ser la baguette francesa patrimonio cultural, también lo es el conocimiento y legado de su elaboración, el cual es un proceso artesanal que involucra varios pasos, como la preparación de la masa, la fermentación controlada, la formación de cada pieza e incluso los cortes que lleva el pan, que a menudo son la firma del panadero. Todo esto hace que hornear baguettes francesas requiera conocimientos específicos invaluables.
De acuerdo al comunicado de la UNESCO, además de ser deliciosas, históricas y artesanales, las baguettes francesas promueven una cultura particular; ya que se hornean en pequeñas tandas a lo largo del día los clientes las buscan diario a distintas horas, en anaqueles especiales para baguettes.
La baguette francesa, surgida al inicio del siglo XX, se caracteriza por ser muy crujiente por fuera y suave y algo “chiclosa” por dentro. Es el pan más vendido en Francia, donde se producen más de 6 billones de baguettes al año, 95% de las cuales son vendidas en panaderías artesanales y no en los supermercados.
Sin duda nada se compara a arrancar el primer pedazo de una baguette recién salida del horno, y comérsela directo de la bolsa, o con un poco de mantequilla y mermelada.
