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Cacao: bebida de los dioses

Cacao: bebida de los dioses

Tuve el gusto ahora de presentar un libro de mi autoría: Cacao: La Bebida de los Dioses”, al que le tengo una especial consideración ya que me fascina el tema en sí, y porque Tabasco, es una tierra y cultura que venero.
La cita fue en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, donde asistieron por parte del Gobierno de Tabasco (que alentó y asumió la publicación), el propio Representante de esa entidad en la Ciudad de México, Oscar Cantón Zetina, y la Directora General del Instituto de Cultura, Gabriela Marí Vázquez, así como el comunicador Alejandro Ordorica Saavedra, quien hizo la presentación del libro.

Desde luego, me emocionó presenciar un lleno total en la sala que se nos destinó, así como la oportunidad de referirme a la edición misma y que fue factible gracias al apoyo decisivo del Gobernador de Tabasco, Arturo Núñez y de su esposa Martha Lilia, siempre comprometidos con la promoción y difusión de la cultura.

El libro, como se dijo ahí, resultó muy afortunado y atractivo tanto en su contenido como en diseño e impresión.
Por eso, amigas y amigos lectores, les convido aquí tan sólo una probadita de mi texto, por razones de espacio, en torno a ese chocolate que nos heredaron nuestros ancestros y que estoy cierta conlleva un toque divino:

“Bien sabemos que el árbol del cacao es originario de Mesoamérica, región que comprende lo que hoy en día es la parte sur de México, Belice, Guatemala y algunas zonas de El Salvador y Honduras. Como tal, no recibió su nombre científico sino hasta 1753, con Carl Von Linné. La primera parte de este binomio (Theobroma cacao) proviene del griego y quiere decir ‘alimento de los dioses’. Linneo no estaba equivocado y puede ser que él mismo fuese un adicto a la bebida dulce y espumosa, me pregunto quién no lo es… que entonces comenzaba a conquistar Europa.

Sin embargo la asociación entre la palabra chocolate y el imperio Azteca es inevitable. Es justo con la caída de este imperio, en 1521, que se inicia otro tipo de conquista, en dirección inversa: la del cacao al mundo, si bien los primeros rastros del consumo de cacao los encontramos en los vestigios de otras culturas igualmente grandiosas y anteriores a la gran Tenochtitlán.

Las primeras representaciones del ingrediente y los utensilios empleados en la elaboración de la bebida de cacao pertenecen a los Olmecas, la primera gran civilización de Mesoamérica. Se asentaron, hace ya tres milenios, en el territorio que abarca el sur del actual estado de Veracruz y el estado de Tabasco. Tras varios siglos, hacia el año 250 de nuestra era, surgió la civilización maya, que seguramente heredó de hablantes mixe-zoqueanos el vocablo cacao, así como la planta y su uso posterior. En el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas quiché de los altos de Guatemala (circa 1540), el cacao es mencionado sólo como alimento y no como el producto reverenciado que fue para los aztecas. Sin embargo, en el Códice Dresde, que pertenece al maya Posclásico (justo anterior a la Conquista), se menciona al cacao como ofrenda y se pueden apreciar representaciones de dioses que sostienen árboles de cacao y que aparecen rodeados de platos rebosantes de la semilla.

 
Poseidón llevando el cacao de México a Europa

 

Los cronistas de la Conquista y de la Colonia registraron que en la preparación del cacao se empleaban flores como la magnolia y la flor de la manita; especies como la vainilla, el achiote y la pimienta gorda; y que también se agregaba maíz, semilla de ceiba y una gran variedad de chiles. Una bebida exclusiva de la clase encumbrada y se presume que los sacerdotes no la consumían, pues aspiraban a una vida austera y frugal. No se tomaba junto con los alimentos, sino después de la comida y seguramente acompañada por la ahora hoja de tabaco. Para servirla se utilizaban recipientes llamados xicalli (jícaras) que solían estar decorados con detalle y exquisitez colorida.

Y miren esto es insólito, aunque en aquellos tiempos era una costumbre con granos de cacao se podían comprar artículos de toda clase e inclusive esclavos. Se empleaban en el pago de salarios a sirvientes y soldados.
Por otra parte es importante subrayar que en la época prehispánica el cacao no sólo desempeñó un papel social y económico; también poseía un nicho en el mundo espiritual, considerado en los mitos como un regalo divino.
Fue Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, dios celeste, quien regaló el árbol y el conocimiento de su explotación a los hombres. Resulta curioso pensar que la promesa de este dios, la de su retorno, hizo creer a los mexicas que los españoles conquistadores anunciaban tal advenimiento y que esta confusión derivara en la conquista, en la nueva identidad criolla y en la difusión del cacao en el mundo entero.
Otro paralelismo, era el de la semilla de cacao y el corazón, que nos habla de su calidad de objeto precioso. El cacao fungía como alegoría del corazón, y de ahí es fácil deducir su dualidad líquida: del cacao se obtiene el chocolate y del corazón la sangre. Esta última se consideraba esencial para la vida, no sólo de quien lo posee sino del sol en movimiento. Disfrazadas o proyectadas, estas creencias perduraron después de la conquista, como en el caso del Señor del Cacao representado por un cristo de la Catedral Metropolitana, al que se le dejaban, a modo de limosnas, granos de cacao…”

En fin, que estas y otras historias las encontrarán en los diferentes capítulos que abarcan lo mismo aspectos históricos que artísticos, culturales, científicos, económicos e industriales, junto a un recetario como culminación de la obra editorial, para seguir disfrutando de esos sabores y saberes de ayer y hoy.
Me despido entonces por el momento con un verso del genial poeta tabasqueño y orgullo de México, Carlos Pellicer, en alusión al cacao:

“Yo que de Tabasco vengo

con nudos de sangre maya

donde el cacao molido

da nuevo sentido al agua…

Acerca del autor

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Martha Chapa, es una de las más destacadas artistas de la plástica contemporánea de México y ha recibido significativos premios y reconocimientos, dentro y fuera del país. Ha participado en más de 250 exposiciones alrededor del mundo. Y además ha incursionado en la investigación gastronómica, siendo autora ya de más de 30 libros, especialmente sobre la cocina mexicana. Martha también es desde hace 10 años co-conductora de “El Sabor del Saber”, programa que obtuvo recientemente el Premio Nacional de Periodismo 2016.

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